A lo largo de los últimos años, el llamado chemsex (de la expresión anglosajona chemical sex, sexo con sustancias químicas) ha ido aumentando su número de adeptos. Según la encuesta europea EMIS sobre conductas sexuales, entre 2010 y 2017 en España se pasó del 12% al 14,1% de personas dentro del colectivo de hombres que tienen sexo con hombres (el 97% de las personas que reconocieron haber usado drogas estimulantes para que las relaciones fueran más intensas se encontraban dentro de este nicho poblacional).
De esta manera, se cree que sus potenciales perjuicios también podrían estar creciendo, especialmente los relacionados con las infecciones de transmisión sexual (ITS). “Las consecuencias para la salud son muy diversas, pero las más importantes están en relación con tres áreas fundamentales: las ITS, los trastornos mentales y las conductas adictivas”, apunta Ruth Olmos, jefa del departamento de Asistencia de la Subdirección General de Adicciones de Madrid Salud.
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